viernes, 31 de octubre de 2014

Tengo una propuesta

Los españoles estamos cansados de la corrupción que asola nuestro país. Y yo, como política y parlamentaria autonómica que soy, siento especial indignación al ver cómo la vocación de servicio público que debe guiarnos en nuestra labor ha sido cambiada por algunos por una enorme vocación pero de servicio propio, con cuentas en Suiza incluidas.

Esto hay que cortarlo de raíz, por el bien de la democracia. Así que desde aquí lanzo alto y claro un mensaje al presidente del Gobierno: No basta con pedir perdón enjugándose lágrimas de cocodrilo. A estas alturas, toca actuar de una vez por todas con medidas firmes que recuperen la credibilidad de la clase política y del propio sistema del que nos hemos dotado.

Ante la pasividad demostrada, me animo a trasladar algunas propuestas tanto a Rajoy como a sus compañeros del PP. Para empezar, que creen el banco de la justicia, una especie de fondo al que vaya a parar hasta el último céntimo recuperado de lo robado por los corruptos para que, a continuación, esas insultantes cantidades se destinen a compensar todos los recortes que el Gobierno del PP –mientras que sus corruptos se hacían ricos- han ido imponiendo a la gente.

Ese dinero merece dedicarse a planes de empleo que palien el drama de cinco millones y medio de personas en este país; a combatir la emergencia social que supone el índice de pobreza infantil escandaloso que vivimos y una probabilidad de exclusión social cada vez mayor entre personas que, atención, a veces hasta tienen trabajo. Porque lo último en España –gracias a las condiciones laborales respaldadas por la derecha- es ser un pobre con empleo, con uno de esos empleos que ya no dan ni para el mileurismo.

Y además de intentar resarcir a España de la miseria de pueblo en la Edad Media al que lo han retrotraído, desde el PP deberían también asumir las más de 30 medidas que desde el PSOE les hemos puesto sobre la mesa para combatir la corrupción. Entre ellas, la suspensión de altos cargos y diputados a los que se les abra juicio oral, que el Gobierno no pueda indultar a los condenados, que se agraven las penas por prevaricación o tráfico de influencias cometidas por cargos públicos o que se castigue como delito la financiación irregular de los partidos políticos. Hay mucha tela por cortar, está claro. Así que me atrevo a recomendarle a Rajoy que deje de amagar con llorar y que se ponga manos a la obra.

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