viernes, 6 de mayo de 2016

El defraudador en casa

Decía Abraham Lincoln que no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo. El refranero español, que también es muy sabio, nos recuerda que al final todo se sabe. Son las dos frases que me han venido a la cabeza tras conocer lo que se estaba cocinando en casa de Miguel Arias Cañete mientras fue ministro de Agricultura, antes de que el dedo de Rajoy le enviara a Bruselas como comisario.

Allá por 2012, el Gobierno de Rajoy, del que formaba parte Arias Cañete, aprobaba una amnistía fiscal vergonzosa que tenía como único fin premiar a los que habían defraudado a Hacienda. Cuando algunos dijimos que aquella amnistía estaba hecha a la medida de los amigos de Rajoy, no nos equivocábamos. Con el tiempo hemos sabido que se acogieron ella Bárcenas y Rato, pero eso no fue todo: según se ha sabido ahora, también se benefició la mujer de Arias Cañete.

Es difícil saber por qué pasará a la historia el ministro de los yogures caducados y las duchas frías. A sus excentricidades, hay que sumar su capacidad para ofender por igual a los trabajadores extranjeros –“ya no hay camareros como los de antes”– y a las mujeres –“el debate entre un hombre y una mujer es muy complicado, porque si haces un abuso intelectual parece que estás acorralando a una mujer indefensa”.

Por lo que no pasará a la historia, seguro, será por haber defendido los intereses de la agricultura. En tres años como ministro, Arias Cañete vino a nuestra provincia una sola vez y lo hizo para decirnos que nuestra agricultura iba muy bien y que de rebaja fiscal, nada de nada. Mientras tanto, estaba aprobando en Madrid un reparto de las ayudas de la PAC que dejó fuera a las frutas y hortalizas y que hizo perder a Andalucía 902 millones de euros.

Debe de ser muy difícil defender los intereses generales cuando uno tiene tantos intereses privados que atender… y eso es lo que ahora hemos terminado de descubrir.

Arias Cañete se marchó del Gobierno siendo el ministro más rico, con un patrimonio de 1,65 millones de euros, incluidos cientos de miles de euros en acciones de varias petroleras. Gestionar todo ese dinero debe suponer un gran esfuerzo, por no hablar de las operaciones de ingeniería fiscal que ahora hemos sabido que se estaban realizando en su casa. El ejercicio de la política merece hombres y mujeres ejemplares. Por eso, el señor Arias Cañete debería dar ejemplo y dejar su puesto hoy mismo.

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